Por: Jerónimo Carrera
Ahora es casi una fecha que pasa desapercibida, prácticamente ya en el olvido. Para las gentes de las nuevas generaciones el año de 1958, uno de bastante importancia en la historia contemporánea de Venezuela, ha ido quedando poco a poco reducido a la sola mención de lo ocurrido el día 23 de Enero, en cuyo amanecer se produjo la fuga al exterior de uno de los gobernantes más criminales que hemos sufrido en nuestro país, el acobardado dictador Marcos Pérez Jiménez.
No se toma en cuenta, por cierto, que la caída de esa dictadura militar-petrolera –respaldada desde Washington durante una década que parecía interminable- realmente ocurrió dos días antes, el 21 exactamente, cuando el pueblo de Caracas se alzó a las doce del día con un toque de corneta, de toda clase de vehículos, y derrotó así al aparato represivo. La policía fue puesta en desbandada por las masas populares enardecidas y los militares se cruzaron de brazos ante tan inesperada situación.
Esta es la verdad histórica, y lo puedo decir como militante activo del partido comunista, de una célula que pocos días antes recibió instrucciones al respecto, del Comité Regional, por boca de nuestro recordado camarada, y héroe nacional sin duda, que ha de ser por siempre Alberto Lovera.
Pero a lo que quiero referirme ahora es al extraordinario significado de otra fecha de dicho año 1958, la del 13 de Mayo, cuando se movilizó de manera casi instintiva el pueblo caraqueño y de hecho expulsó de Venezuela al vice-presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, quien pretendía hacer una visita oficial a nuestro país.
Es bueno que se sepa, para mejor evaluar lo sucedido, que Nixon en realidad era el verdadero presidente de Estados Unidos en esos años de 1953-1961, pues el general Dwight Eisenhower ejerció claramente una presidencia nominal, según él mismo lo admitió más tarde.
Formaba parte Nixon de la corriente más retrógrada y fascistoide de la política yanqui de aquella época, junto con los dos hermanos Dulles, John Foster y Allan. Debe recordarse, por ejemplo, que fue John Foster quien vino a Caracas en 1954 para imponer la condena a Guatemala en la X Conferencia de la eternamente servil OEA, y Allan por su parte encabezó la entonces naciente CIA. Pocos años después esa corriente llevó a Nixon a la presidencia, de 1969 a 1974, pero para salir expulsado de allí por el escándalo conocido como el de Watergate y que fue el preludio de la bancarrota yanqui en Vietnam.
Tal era el siniestro personaje que los imperialistas yanquis nos enviaron de emisario, no entendiendo la cabal significación de lo sucedido aquí en Venezuela, con el derrocamiento de Pérez Jiménez, pupilo favorito de ellos, apenas tres meses antes.
Sostengo yo que el rechazo violento a tal visita, insólito desde todo punto de vista, ha sido el acto de repudio al imperialismo de Estados Unidos más notable que se ha producido hasta hoy en todo el continente americano. Aquel 13 de Mayo, del cual ahora se cumplen cincuenta años, deberá algún día ser declarado de Fiesta Nacional en homenaje a quienes realizaron semejante proeza revolucionaria. Lástima, solamente, que por fallas de dirección ahora evidentes el pueblo venezolano dejó pasar entonces el tren de la revolución.
P.S.- Transparencia de Emmanuel, tal es el sugerente título que lleva un libro (Ediciones Plaza, La Habana 2008, 200 págs.), cuyo autor es el apreciado compañero y veterano diplomático cubano, embajador acreditado acá en Venezuela desde hace ya unos cuantos años, Germán Sánchez Otero. Es un relato muy interesante, escrito en estilo reporteril casi periodístico, de las peripecias relativas al “canje humanitario” en Colombia, y de lo cual Germán ha sido testigo presencial. Les recomendamos su lectura a todos los interesados en este tema.---
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