Si lo del viraje de Chávez frente a la situación colombiana, modificando radicalmente su cuestionamientos frente al régimen narco-paramilitar-terrorista de Álvaro Uribe Vélez y su positiva actitud respecto al canje humanitario de prisioneros y al reconocimiento de las FARC-EP como insurgencia legítima y “fuerza beligerante”, desconcertó a muchos(as) partidarios de las izquierdas a nivel continental y mundial; sus recientes declaraciones anunciando la determinación de ponerle fin a la existencia del Partido Comunista (PCV) y del Partido Patria para Todos (PPT) de Venezuela, lucen desproporcionadas y cargadas de demasiada intolerancia.
El PCV y Patria Para Todos, independientemente de sus dimensiones electorales y de cualquier desacuerdo oficial son sus políticas y sus métodos, con sus consideraciones y propósitos tácticos, con sus políticas de alianza y posicionamiento electorales, son dos partidos de la revolución venezolana… desde hace ya mucho tiempo.
Como lo es, más recientemente –con todas sus virtudes y defectos- el partido que lidera el Comandante Chávez, el cual recién pasó (con algunos avances cualitativos y cuantitativos que se siguen potenciando) por el proceso de conversión de Movimiento V República (MVR) a Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV).
Esas tres, y otras agrupaciones políticas y políticas-sociales venezolanas, asumen sin reparos al comandante Hugo Chávez como líder del proceso hacia la revolución en ese país y como expresión de un nuevo liderazgo revolucionario continental y mundial de extraordinaria significación para las luchas actuales por al liberación de la Patria Grande.
Las tres, y muchas corrientes y formaciones políticas-sociales más, han sido parte de los logros y los defectos -unas más que otras, en uno y otro sentido- de ese proceso transformador que ha llenado de esperanza a los pueblos del continente, ha convertido en realidad la nueva independencia, le ha devuelto vigencia a las revoluciones populares y actualidad al proyecto socialista.
Hablo así no desde fuera del mismo, sino como un revolucionario dominicano que lo ha acompañado desde su origen, sin prejuicio, sin sectarismo, sin sentido utilitario, sin oportunismos… Compartiendo sus victorias y reveses, sus avances y estancamientos, sus angustias y esperanzas.Hablo así desde mi profundo e inclaudicable comunismo hereje y camañista , que me llevó a comprender tempranamente a Chávez en su justa rebeldía y formidable irreverencia político-militar, incluso cuando era estigmatizado como “golpista”.
Hablo desde mi admiración y alta valoración de ese nuevo liderazgo surgido de los cuarteles venezolanos, de su talento, de su probada heterodoxia y creatividad revolucionaria.Y confieso que ahora lo hago con dolor, con pena, con preocupación; pero con el necesario rechazo a la subordinación, al seguidismo, a la incondicionalidad frente a ese formidable líder popular y a ese proceso transformador; lo expreso con el espíritu crítico y auto-crítico que tanto necesitamos para no repetir lo errores del pasado, para no deformar procesos hermosos, para no impedir que florezcan miles flores y surjan centenares de escuelas, capaces de enriquecer constantemente los procesos emancipadores de nuestra América y del mundo.
Aprecio -aunque puedo estar equivocado- que en estas reacciones impregnadas de un cierto espíritu de represalia, está bastante presente la concepción del “partido único” de la revolución y del socialismo; concepción que resultó dominante en los procesos de orientación socialista del siglo XX, pero que poco han de servir para transitar, construir y crear un socialismo distinto, verdadero, en pleno siglo XXI.
Concepción que estuvo muy presente (¡hasta en el nombre inicial!) cuando el propio Chávez convocó acertadamente a la unificación de las izquierdas venezolanas en un nuevo partido socialista, aunque fuera replegada después de expresadas aprehensiones, resistencias y condicionamientos más o menos justificados, más o menos prejuiciados, que provocaron a su vez reacciones compulsivas, ataques desbordados y descalificaciones improcedentes desde el sector que manejaba los resortes de Estado y le imprimía a ese acertado objetivo su propia impronta y sus propias deformaciones.
Entonces, en lugar de darle preeminencia al proceso constituyente de la nueva organización, al debate en torno a su esencia revolucionaria, a la definición de sus formas y contenidos, a sus valores éticos, a la necesaria depuración de las viejas estructuras del MVR y de las demás organizaciones, a los métodos participativos desde la bases de la sociedad (al margen de las nuevas prácticas clientelares de una parte de la nueva burocracia), a los mecanismos incluyentes de los valores y aportes de otras organizaciones… se puso empeño en los “decretos” en a favor de disolución precipitada de todas las indentidades partidistas de izquierda, se estigmatizó de mala manera el desacuerdo y se estimuló la división de los agrupamientos que pusieron reparos -consistentes o no, bien fundamentados o no- a ese proceder.
Entonces también el propio Chávez agredió verbalmente esa disidencia, empleando calificativos y anuncios parecidos a los empleados en esta oportunidad.
Fuente: Envíos a Nuestro Correo//Propuesta Popular Comunistas Los Salias