viernes, 17 de octubre de 2008

LOS COLORES DE LA POLÍTICA ( I I )

Por:   Jorge Gómez Barata

Gane o gane, Barack Obama cambió la historia al acceder al establishment por la puerta ancha: negro, liberal, joven y carismático, no es exactamente el mejor entre los malos, aunque tampoco “una monedita de oro”, aunque si una opción, no para todos en todas partes, sino para los norteamericanos.

La sociedad y el sistema y no simplemente el gobierno norteamericano están obligados a cambiar, no los rostros, sino el diseño de su economía y de sus finanzas, las políticas y los estilos de vida. Allí, como en todas partes, ante los defectos sistémicos y estructurales, los riesgos del inmovilismo son mayores que los del cambio. El viraje no será revolucionario ni expedito, pero dar a los negros un acceso a la cima legitimado por el voto popular y por los resortes del sistema, puede ser un comienzo.

De ninguna manera se trata de una victoria de los negros sobre los blancos. Ese no es el debate ni la sociedad norteamericana lo percibe en esos términos. Probablemente la parte más avanzada de su pueblo, así como de la intelectualidad creadora, los científicos y los académicos asuman que, en los ámbitos jurídicos, laborales, escolares y sociales la cuestión racial es un asunto resuelto
.
No se trata de que el tema racial sea cosa del pasado o de que Obama pueda ignorarlo. De esa problemática forman parte también los problemas sociales y el marginalismo heredado, los prejuicios raciales y las rémoras adheridas a la conciencia social e incluso los aspectos sicológicos presentes en las relaciones entre blancos, negros y otras minorías, incluso al interior de las comunidades negras, indias e hispanas.

El hecho de que los reaccionarios y los conservadores racistas existan en Estados Unidos como en todas partes, no desmiente los esfuerzos y los avances de la sociedad norteamericana en ese terreno. Lorenzo Gonzalo, un colega residente en Estados Unidos cuenta que, según su experiencia, en los entornos sociales populares y de la clase media, la generación de norteamericanos menores de cincuenta años: “No ve el color…como tampoco juzga a las gentes por su origen nacional, las preferencias sexuales ni las militancias políticas. Según él en esos ámbitos la tolerancia es la regla…”

A lo largo de más de tres siglos, los negros sufrieron, resistieron y libraron sus propias luchas contra la esclavitud, la segregación y la discriminación racial, terrenos los cuales avanzaron en la medida en que lograron convertir sus demandas en causas nacionales y sumaron a ellas a los blancos hasta lograr que el liderazgo nacional actuara a su favor.

Excepto algunos radicales, los líderes negros nunca se propusieron conquistar el poder para alcanzar sus derechos, sino que apostaron a lograrlo mediante la movilización social y la desobediencia civil para obligar a la élite dirigente y al Estado norteamericano a asumir sus roles, enfatizando la resistencia, el humanismo y la lucha de ideas.

Frederick Douglas, Harriet Tumban, Broker Washington, Thurgood Marshall, Jesse Owens, Benjamín Davies, Rosa Parks, Martin Luther King y otros de entre los que no puede excluirse a Andrew John, Jesse Jackson, Colin Powell e incluso Condoleezza Rice, reivindicaron la condición de norteamericanos de los negros y reclamaron para ellos las prerrogativas de esa condición, comportándose como patriotas y ciudadanos cumplidores de sus deberes, incluyendo morir por su país.

Por ese camino consiguieron que Abrahan Lincoln, que no era un abolicionista ni un benefactor de los negros, sino un político realista que comprendió inviabilidad de semejante institución y reaccionó ante la idea de dividir al país, se colocara al lado de las demandas, no sólo de los negros sino de los abolicionistas blancos, posición que, según se afirma, le costó la vida.

Avanzando de hito en hito, los líderes negros lograron tres Enmiendas a la Constitución en las que se alude sus derechos: la 13º que abolió la esclavitud, la 14º donde se reafirmó la igualdad jurídica de todas las personas nacidas en los Estados Unidos y la 15º que en 1870 les permitió votar. En más de una docena de oportunidades, el movimiento negro consiguió pronunciamientos de los organismos blancos de poder como la Corte Suprema y el Congreso, hasta que con el debut de JFK, se puso fin a la segregación racial y se asestó un duro golpe a los prejuicios y la discriminación racial.

Reconózcanlo o no, Powell, Rice y Obama y toda la burguesía negra norteamericana son usufructuarios de las luchas de sus mayores y su inclusión en el establishment es una conquista a la que se llega no sobre el fracaso de sus adversarios políticos, sino por el estoicismo y las victorias de millones de africanos que cazados como fieras y vendidos como bestias contribuyeron al florecimiento de los Estados Unidos. Obviamente, la élite de la cual el presunto presidente forma parte no lo reconocerá así. No hay que pedir peras al olmo.

Fuente:  Koeyú Latinoamericano/Propuesta Popular Comunistas Los Salias